lunes, 28 de mayo de 2007

Pequeño poema que de masoquista trueca en sádico


Suerte absurda de la tonta,
que te tiene sin saberlo.
Ella busca espejitos de colores, y vos tratás de acercarlos, con afano, con reniego.
Me pregunto: se parecerá a mí?
por momentos es lo que deseo.
De ese modo yo podría serlo:
por un rato, tu tontita.
Pero no creo.
tu tonta me debe ser lo opuesto;
aburrida, sin malicia, pelo negro.

Y de pronto me rebelo:
yo no quiero ser tu tonta.
Es eso de mis impulsos puro velo:
succionarte con glotonería,
vaciarte para usarte el cuero.
Sé mi tonto, mi muñeco.
Yo sabré maltratarte a tu gusto.
Con la soga bien atada, nunca irás lejos; no atisbarás ni el sol ni los espejos.
Ya tu tonta, que empezó, sin saberlo, este juego;
olvidala, enterrala: yo te presto lo que tengo, osadía y cobardía.

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