Hablo, en particular, de cuando los hombres intentan ser románticos. Porque solos no les sale, así que entonces tratan de acopiar escenas de películas que les sonaron románticas... con suerte. Porque a veces no pasan de imitar una propaganda de TV (Esto especialmente en los casos en los que no comprender formas más sofisticadas como los programas en sí).
Como en una ocasión: una amiga me cuenta, perpleja, que el tipo de turno (léase: lo que pudo enganchar para compartir el taxi de vuelta de una fiesta). Como decía, el tipo de turno, borracho hasta las orejas (un atenuante), le ofrece su celular. “No, gracias, yo tengo el mío”, le replica mi amiga con perfecta lógica, tratando de averiguar si echarle toda la culpa al alcohol o admitir que el tipo era un estúpido total. Pero ya estaba en viaje y... “No, LLEVÁTELO” insiste el mamerto. “¿Para qué?” responde ella chequeando la manija del auto, mientras calcula cuántos huesos se podría quebrar en el salto. “Así yo te llamo mañana a mi número”, comienza a explicar lo inexplicable. “Si querés te doy mi número”, resopla mi amiga, que ya se ve, café de por medio, dando una clase básica acerca de cómo levantarse una chica y no parecer un ganso en el primer intento (o al menos que la pobre no lo confirme en los primeros 5 minutos).
La escena termina con mi amiga lamentando haber declinado la oferta: así por lo menos se hubiera hecho de un celular... un par de llamadas de larga distancia... y con no atenderlo listo.
En cambio, le dio el número de su casa: ahora ya va por la primera salida y el pibe sigue siendo el mismo nabo que detectó al principio... sí, las mujeres somos masoquistas...
Tiempo después, frente a la tele, veo una propaganda con la misma escena del celular... la chica sonríe y muere de amor... Claro, el guión de esa publicidad fue escrito por un hombre... En fin... ¿y los bombones? ¿y los chocolates? ¿y los bombones (sí lo dije de nuevo)?... HOMBRES: NO IMPROVISEN... NO LES DA LA CABEZA.
Como en una ocasión: una amiga me cuenta, perpleja, que el tipo de turno (léase: lo que pudo enganchar para compartir el taxi de vuelta de una fiesta). Como decía, el tipo de turno, borracho hasta las orejas (un atenuante), le ofrece su celular. “No, gracias, yo tengo el mío”, le replica mi amiga con perfecta lógica, tratando de averiguar si echarle toda la culpa al alcohol o admitir que el tipo era un estúpido total. Pero ya estaba en viaje y... “No, LLEVÁTELO” insiste el mamerto. “¿Para qué?” responde ella chequeando la manija del auto, mientras calcula cuántos huesos se podría quebrar en el salto. “Así yo te llamo mañana a mi número”, comienza a explicar lo inexplicable. “Si querés te doy mi número”, resopla mi amiga, que ya se ve, café de por medio, dando una clase básica acerca de cómo levantarse una chica y no parecer un ganso en el primer intento (o al menos que la pobre no lo confirme en los primeros 5 minutos).
La escena termina con mi amiga lamentando haber declinado la oferta: así por lo menos se hubiera hecho de un celular... un par de llamadas de larga distancia... y con no atenderlo listo.
En cambio, le dio el número de su casa: ahora ya va por la primera salida y el pibe sigue siendo el mismo nabo que detectó al principio... sí, las mujeres somos masoquistas...
Tiempo después, frente a la tele, veo una propaganda con la misma escena del celular... la chica sonríe y muere de amor... Claro, el guión de esa publicidad fue escrito por un hombre... En fin... ¿y los bombones? ¿y los chocolates? ¿y los bombones (sí lo dije de nuevo)?... HOMBRES: NO IMPROVISEN... NO LES DA LA CABEZA.
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