martes, 30 de abril de 2013

Sonríe, Martha te odia.

     Es oficial. Quiero tener novio. Es espeluznante.
     Mientras yo trato de llamarme a la cordura y no recostarme sobre el hombro del señor que tengo al lado en el bondi, que emana ese olor a tipo con el que saldría (?), Martha, que lleva siempre encima su proyector de cartera, manda películas viejas que comentamos:
-¿No te acordás que lo dejé porque estaba re chapa?
-Si, bueno, pero parecía un modelo y no tenía errores de ortografía.
-Habrá estado buenísimo, pero no me calentaba y vos lo sabés.
-Nena, la que estaba baja de libido eras vos.
-Bueno, puede ser, pero no nos desviemos del punto central: ¡estaba chapita-mal!¡si hasta me dió miedito!
-Que exagerada, ¿quién puede decir qué es normal y qué es chapita? Si no anduvieras por la vida tratando de ajustarte a los cánones de la sociedad, ahora podrías recostarte en ese hombro y dormir, y no estaríamos hablando de esto.
-Cualquiera. Dejá de hacerte la antropóloga conmigo, boluda. Hubiera saltado por... ¡uh! ¡apurate que en la próxima bajamos!
     O tira, mientras hablo con un señor que nunca me movió un pelo, "pero es tierno". O se indigna porque alguno que alguna vez nos tiró onda, después de meses o años de ser ignorado, se pone de novio, o se casa, o tiene hijos (así, de a varios ponele), o se muda a la loma del orto o se hace de la cámpora.
     A veces mantengo acaloradas discusiones con ella por este tema; le saco en cara que cuando estoy de novia ella quiere no estarlo, o tiene pánico de moverse al "siguiente paso" (que en ocasiones es una boludez, como comprar una bici a medias). La mayoría de esas veces terminamos cagándonos de risa de alguna anécdota pavota.
     Pero la última agarrada que tuvimos fue cosa seria. No me dejó mandar un mail a un chico que me gusta; se parapetó encima del teclado furiosa. Yo le dije, conciliadoramente, que pensaba escribir un texto muy sencillo, muy casual.
-¿Y si nos rechaza? -y deslindó futuros pesares- ¿y si te dice que no?
-Si nos rechaza, por mail no duele tanto; además no le pienso mandar una declaración de amor, sólo una invitación -y agregué buscando tentarla -¿y si dice que sí?
-¿Y entonces de qué me voy a quejar?- chilló- y se puso a llorar como hace rato no la veía: con dotación de mocos y todo.
     Ahí empecé a preocuparme: la convivencia va a ser difícil y ella tampoco tiene toda la culpa. Pobre, tiene lo peor de mí.



(Esta es una canción que claro que no pensaba inlcuir en el mail, Marthita). :P

miércoles, 10 de abril de 2013

Di Ego

Mi amor, ronco y quedo,
mi cariño,
más bastardo que un hijo del Diego.
Terminó la temporada
y te fuiste sin mediar palabras.
"¡Será de dios!"digo, justo yo,
que soy
menos cristiana que la Sinagra.
Extirpáselo si pudiera,
adelgazáralo si cediera,
coartase su nutrición
si en mis manos estuviera.
Mas no.
Continua tan pleno y obeso
como antes de la operación;
porque mi amor por vos fue exceso,
hoy es gordura e hinchazón.
Y sé bien que es puro impulso masoca
recordar tus épocas en mi Boca,
cuando por las noches eran
de tu iglesia nuestras misas
tu zurda prodigiosa me robaba las sonrisas.
Se niegan.
No abandonan la cancha los recuerdos,
como si supieran que los espera
la conciencia cruel enfermera
que les hará el antidopping para echarlos fuera.
Ahora
no sé cómo acomodarme a lo que me toca:
vos sos adicto y no soy tu droga.
Y no quiero pero
me aconseja la razón colgar botines
porque en este partido en que todo Pelé,
acabé felpeada y me desgarré
y vos estás tan lejos que ni tus mohines
veo desde los emiratos de tu olvido.
Se siente feo que no me quieras:
tu desamor fue cortarme las piernas.
Mentime al menos cada tanto
un recuerdito que interrumpa el llanto
un bálsamo, una efedrina,
te lo pido
por la Dalma y la Yanina.