No puedo explicar el pequeño placer que me causó salir a almorzar hoy: con ese solcito que acariciaba, relajarme en un banco del patio del convento de San Ramón Nonato -puedo jurar que hasta hay pájaros en este oasis en medio del microcentro-, sacarme las zapatillas y comer una ensalada de frutas...
ahora sé que el día que renuncie, lo voy a decidir después de uno de estos almuercitos...
3 comentarios:
Ahhhh sí, sí.
No hay nada como esos almuerzos.
Es lo mejor del día. De esos días.
Pero me generan sentimientos contradictorios, no lo puedo evitar.
vas siempre ahi? yo voy bastante seguido con un amigo que labura por ahi, es increible ese lugar en el medio del microcentro , esta de 10 por un rato te desenchufas totalmente del quilombo de la city.
Lo malo es que no te dan ganas de irte y menos si es a laburar.
Uy sí... te preguntás ¿qué hago yo volviendo a la oficina?
Mi reino por una siestita sobre el pasto!
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