domingo, 28 de septiembre de 2014

Postales de Consti

     Vivo en un barrio que no genera orgullo de pertenencia. Ni siquiera gentilicio tiene: nunca escuché el uso de constituyente o constituciense... tampoco el alegre agregado del sufijo que remite al orificio anal que usan los de Palermo. Nadie enarbola la bandera de Constitución; antes bien, se disfraza de San Telmo Bronx, de Barracas al norte, de temprano San Cristóbal y hasta de eufémico Botánico Sur.
     No hay tangos que añoren el barrio con sus peleas de borrachos, su mugre perenne y sus fisuras. No afloran los centros culturales ni los parques y los niños en Consti huelen a pegamento.
     Pero si García Márquez hubiera nacido acá y no en Aracataca, los críticos hubieran hablado de bizarrismo mágico: las travestis con su amplio espectro de ropajes (desde la travesti superstar hasta la travesti señorona de joggineta haciendo las compras en el mercado), los paqueros y sus danzas desincronizadas, los patrulleros fantasma estacionados en las esquinas alumbrando de azul las transas, los africanos de turbante y sus misteriosas valijas y el amor... el amor curte otros barrios.

*********************************************************************************

     Camino por Brasil y escucho en el mp3 a los Pistols. No sé por qué pero las calles alrededor de la estación de Constitución me generan eso; tal vez sea por la parejita de punkies que atiende el puesto de diarios. Esquivo a la gente y trato de hacer lo mismo con el olor a meo del Todo Moda -por algún motivo  todos van a mear ahí- y tanteo el aparato para bajar el volumen frente a la disquería; hoy el mashup que toca es E.M.I con Néstor en Bloque. Me río sola pero nadie se da vuelta.  

*********************************************************************************

     Los gritos llegan desde la parada del bondi (que es una forma de decir, porque no hay techo ni carteles ni sticker, ni siquiera el número 102 escrito con pintura). Se acercan. Por fin aparece un trío doblando la esquina en fila india. Una mujer, cabeza de fila, grita con acento caribeño "paquero, paquero" y mira hacia atrás mientras sigue caminando. Un gordo en camiseta de fútbol se separa de la fila y apura el paso. Recién entonces queda claro quién es el destinatario de los gritos, aunque ya la mujer redunda "policía paquero, policía paquero". El cola de fila, con un impermeable que me recuerda las películas de nazis la sigue a paso discreto, como queriendo intimidarla, como sabiendo que no puede detenerla por gritarle paquero. Dos paqueros cruzan la escena con sus movimientos desmañados, con sus miradas inescrutables. Me pregunto si los pibes sentirán como una herida el insulto a su condición; me pregunto si sentirán. Los paqueros dan vuelta la esquina y se pierden; el cana se aleja; la mujer sigue caminando y deja de gritar, ya sin objeto. Viene el 102.

*********************************************************************************

      Es viernes, son las 7.15 de la mañana y en medio de San José hay una tanga fucsia. Unos centímetros de tela y elástico (y tal vez de cadenita o una mariposa de encaje o un corazón de tul) se convierten en símbolo. Lo que de etérea y vaporosa tiene la tela, de grasa lo tiene el objeto: lo amo, lo quiero, lo deseo.
Nace en mí el impulso cartoneril de juntarla -lavarla bien aunque sospecho que voló de una soga- y conservarla para una ocasión especial.
     Me detengo dubitante en medio de la calle, casi tocando la tanga con mis borcegos y una sucesión de eventos futuros pasa por mi mente: me veo estrenando el modelito, me veo pagando un ginecólogo de urgencia y explicándole que usé una tanga de la calle, me veo diciéndole que soy freegana o alguna boludez por el estilo, o plantándome y diciéndole que su obligación es atenderme más allá de que no comparta mi ideología, me veo pagando una fortuna en pap y colpo para que el tipo me diga que no tengo nada pero que no utilice ropa interior de la calle.
     La historia se agota pero la furia chillona de la tanga me atrae como un pie de página de Elige tu propia aventura y me veo estrenando la tanga, me veo adquiriendo superpoderes sexuales, me veo bajando muñecos a diestra y siniestra en todas las posiciones imaginables, con múltiples orgasmos, con múltiples chongos, con señoras y animales, me veo, de vieja, legando la tanga deshilachada a la próxima generación (porque en todas las generaciones nace una heroína portadora del emblema fucsia).
     Me agacho hasta casi rozar la prenda y me veo preparándote una cena mientras la tanga bajo el pantalón me pica y me incomoda, me veo olvidando las escoriaciones ante una sonrisa tuya, un beso, me veo esperando que entiendas que esa grasada que tanto te calienta es mi declaración de amor, que tengo 35 años al pedo y que no me salen las palabras cuando estoy con vos.
     Entonces me asusto, me incorporo y dejo pasar la tanga. Y dejo pasar las visitas al ginecólogo, los superpoderes y te dejo pasar a vos también.

2 comentarios:

Amorfo dijo...

De García Márquez paso, pero si algún día se te ocurre compilar esto y hacer un librito...yo te lo compro.
Qué risa el guiño del destino en la disqueria :D
Ah, y las tangas no nos calientan (independientemente del fuselaje portador) hiciste bien en dejarla; muy entretenido tu blog, no te pierdas tanto!

Juicy dijo...

Bueno, mirá, acabo de compilarlo con edición limitadísima a costo del mes de alquiler. :p
Lo de las tangas es relativo; lo creo fervientemente desde que se me corporizó la fantasía de un señor en slip de leopardo.