lunes, 21 de abril de 2014

Análisis de una de las prácticas de usura emocional de les psicólogues en la fidelización de sus clientes

Estado de la cuestión
     Quiero dejar de ir a la psicóloga. Siento que hace rato que no avanzo en la consecución de mi principal objetivo: escribir los trabajos que adeudo. Me la paso hablando de mis ideales sobre la escritura académica, de mi aparentemente muy férrea voluntad de no hacerlos, de mi comodidad dentro del estatus de estudiante, de los problemas laborales que conlleva no recibirme... y en el fondo siento que al ir a hablar de ello, ya hago algo (y con eso me quedo).
     En fin; he planteado esto y he conseguido, como dice Guacamole, una reducción de la pena: sesión cada 15 días, por ahora. Siento un alivio increíble. Hasta anoche, cuando tuve la pesadilla más sospechosa en años.

La pesadilla
    Paseo en bici una apacible tarde de sábado en una especie de reserva-ecológica-de-bosquecillo-mágico* con mi novio**. Paramos en una especie de posta a comprar bebida, cuando otra parejita lo hace detrás de nosotros. Veo entonces, que el chico es Roberto, que sale con una chica preciosa y joven (y maestra)***. Me pongo mal y mi novio se da cuenta; en lugar de enojarse, comprensivamente me dice que no debería deprimirme porque yo tengo novio, "que es lo mismo que tener dignidad". Yo lo repito, en voz alta y sin convicción... entonces desde detrás nuestro se oye una hiriente carcajada de Roberto, que ha escuchado lo último y sabe que en ese mismísimo momento, aún sin terminar de pronunciar por segunda vez tan absurdo mantra, cambiaría a mi novio por él.
     Mi novio repite que yo tengo dignidad (no sé si para convencerme o porque él realmente cree en mí). Ahora estamos los cuatro frente a frente (la piba se suma y no entiende nada y a mí me exaspera). Roberto mira con sorna y dice "¿así que éste es tu novio?". Mi novio es rubio y un poco más bajo que él y en ese momento me parece abismalmente inferior. Siento que tengo que gritar algo "¡premio nobel!"****. "¿Así que tu novio ganó el nobel?" cuestiona un empalidecido de envidia***** Roberto. Mi novio, con una sonrisa triunfal, asiente. Registro sin registrar que he lastimado la hombría de Roberto; sin embargo, siento que no es suficiente y lanzo una última estocada verbal: "¡tomate!"******
     Roberto y su chica se van. A él se lo nota bajoneado. Mi novio, en cambio, se cree el Maradona de las pesadillas. Pienso que es un pelotudo, que ganó el nobel sólo para demostrarle a Roberto que es más poronga. ¿Yo? estoy excitada. Presiento que voy a pelearme con mi novio ganador del nobel y que retomaré una especie de relación con Roberto que, obviamente, terminará de la peor forma.

La exégesis
     Claramente no buscaré significados ocultos sobre mi gataflorismo, ni sobre si, después de tantos años extraño a Roberto o no, ni sobre la perversidad de las cosas que me excitan, ni sobre si el premio nobel hoy en día se lo dan a cualquiera. Está todo a la vista.

Conclusiones
     La única conclusión lógica es que he sufrido de phishing mental y que, por supuesto, esto ocurrió en el consultorio de mi psicóloga. Es inexplicable la abundancia de data personal sobre mi neurosis que utilizaron para crear esta pesadilla de diseño. Quiero salir corriendo a contársela a la maldita manipuladora, pero la veré recién en 9 días. Hasta entonces, sólo puedo pensar hipótesis sobre cómo estará haciendo la muy turra para implantarme este tipo de sueños.


*Lo sé por ese brillo de polvo mágico dorado suspendido en el ambiente. Tal vez si doblás mal, ves la isla de Avalon más allá de la costanera, aunque no lo aseguro. Y sé que es sábado porque no siento la angustia dominical pre-laboral.
**Que es un Frankenstein armado con las mejores virtudes de todos los tipos.
***Bueno che, tan tan taaan pelotudo mi inconsciente no es.
****No sé de qué, no sé por qué él y no yo (sólo sé que Martha es una hija de yuta minitante).
*****Oh, dior, tampoco sabría decir cómo empalidece alguien tan morocho.
******En mi sueño Roberto jamás supo comer tomate, o es alérgico al tomate o alguna bizarreada por el estilo.