sábado, 20 de junio de 2009

Oh, desempleo> mi muzza inspiradora


Pensé en escribir un nuevo blog titulado “Crónicas de una desempleada”; hacer un bombardeo publicitario espamer*; publicar entradas con una periodicidad diaria –como mínimo-: serían cortas, efectivas, exagerarían lo tragicómico muy a lo Bridget Jones; apresurarme –antes de pensar en el contenido incluso- a registrarlo todo bajo licencia copirrait**; continuar relatando mis desventuras aún habiendo conseguido nuevo conchabo (aunque, claro está, ocultaría esta situación para mantener la atención de los lectores***, que sufrirían por mi mala suerte y me dejarían comentarios de aliento –pasando siempre los cien- e incluso me ofrecierían puestos laborales que a los que nunca hubiera pensado acceder con la sola llave de mi c.v.); y finalmente, publicaría un libro con las mismas giladas que digo en el blog y...
me da paja y no hago nada; y tampoco lo gugleo (ya que desde mi desempleo tengo un acceso errático a la web); ni en acto seguido me decepciono ingenuamente porque ya existe.
:p


*Ay, sí, hoy me levanté con ganas de españolizar el lenguaje a lo pavote.
**Sí, siempre se puede ser un poco más boncha.
***Por supuesto, me haría autobombo entre los lectores masculinos, a ver si encima ligo un HNH (heterosexual no histérico)... –aunque investigaciones previas de etología masculina no aporten esperanzas sobre la existencia de este tipo de hombre, quién te dice...: pensá que aunque no se hubiese aún desarrollado el microscopio para observarlas, las moléculas existían igual- me digo con una fe como la del San Manuel de Unamuno
.

viernes, 5 de junio de 2009

Una buena excusa

Había una vez, una chica que se levantó un sábado por la mañana para ir al baño y antes, se agachó a recoger un papel que le habían deslizado bajo la puerta.
Como el papel estaba dentro de un envoltorio plástico y tenía el título de "carta-documento", la chica hizo lo que toda persona normal haría: fue al baño a hacer la pichoneta y, sentada en el inodoro, abrió dicho envoltorio.
Experimentó una sensación de vertiginosa libertad producto de lo acontecido en el baño. Claro está, de la noticia de su desvinculación de la empresa en la que trabajaba, no de las actividades fisiológicas llevadas a cabo en el mencionado recinto.
Los días trancurrieron, y la chica extraña las diez horas diarias de internés, no así los efectos colaterales (la venta de su fuerza de trabajo a un precio insignificante y los chistes machistas del gerente).

:)